jueves, 9 de marzo de 2017

CENA ANGLICANA EN SAN PEDRO


Francisco Octavo, o la esperpéntica síntesis
del fundador de la iglesia anglicana
y el demoledor -si fuera posible demolerla- de la Iglesia católica

Cuando dentro de unos pocos días, en rigurosa consonancia con los festejos por el cuarto aniversario de la elección de Francisco, la basílica de San Pedro se vea en el trance de soportar la celebración, en su altar mayor, de las vísperas anglicanas de manos de celebrantes exentos de auténtica dignidad sacerdotal, se estará cumpliendo un nuevo hito en aquel otro hito que ya constituye este impar pontificado. Concretamente, se volverá a tentar a Dios en el interior mismo del templo mayor de nuestra fe, como hace ya más de un año se lo hizo en su fachada exterior, al proyectar sobre la misma imágenes ecológico-simiescas el mismo día de la Inmaculada Concepción. Ambos hechos merecen un sitio en el terno que bien podría completarse con la misa satánica celebrada en 1963 en la capilla paulina en el Vaticano, según conocido testimonio de Malachi Martin en su novela Windswept house.

Se trata de un sacrilegio, hasta la fecha, único en su género. Pues si las visitas a edificios luteranos de parte de Benedicto XVI y del propio Francisco afectaban a la potestad, una tan factible como estrábica interpretación de las mismas (en tiempos, como los nuestros, de fe desfalleciente) podía creer infligida la mancha a la sola persona, falible como todas, que no al cargo; pero la concesión del altar mayor de la Iglesia, con la sagrada hostia oculta en el tabernáculo siendo ipso facto vilipendiada, ya comporta una profanación inequívoca.

Como ya no cuenta para nada el Magisterio, la bula Apostolicae curae de León XIII podrá ser entregada a las llamas sin escrúpulos, toda vez que aquel papa define allí que «con el íntimo defecto de forma» del ritual de ordenaciones anglicano, reformado en 1552 tras varios años de ruptura con Roma, «está unida la falta de intención que se requiere igualmente de necesidad para que haya sacramento», motivo por el cual, de conformidad con los decretos emanados por los pontífices precedentes acerca del asunto, «pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas» (Dz. 1966). De nada vale, pues, el posterior intento anglicano de recuperar el viejo formulario, más de cien años después del cercenamiento del primitivo: para entonces ya se había perdido la sucesión apostólica, lo que confiere a las vísperas anglicanas en Roma un valor intrínseco no mayor que si se les cediera San Pedro para el five o'clock tea, no sin el obvio efecto sacrílego.

De este modo, lo que se llamó la «evolución homogénea del dogma», esto es, la explicitación progresiva en el tiempo del contenido implícito en la Revelación, vino a ser sustituido por la «contra-afirmación heterogénea de la doxa», de la mera opinión humana, fluctuante y reversible, como para sumergir definitivamente toda claridad doctrinal en la niebla de la ignorancia o en la tiniebla de las inteligencias ofuscadas por el orgullo. Porque -valga tenerlo siempre presente- la herejía pertenece al ámbito de las opiniones, de las reservas mentales para con una verdad propuesta a nuestro asentimiento fiel. Lo que el «libre examen» consagra es la disposición seleccionadora del contenido de la fe, desnaturalizándola en su misma raíz al pretender arraigarla en la voluntad, siendo la fe -como lo es- una virtud intelectual. Todo lo que provenga de esta primera defección perpetuará, pues, el error y el daño.

La exaltación de la variedad anárquica, de la pluralidad desbocada y el caos que el protestantismo exhibe desde su cuna, será carácter pronto extendido al pensamiento y a la acción -a la historia moderna, digamos, dimanada de aquella violenta ruptura religiosa. El trágico olvido de que sólo del uno procede lo múltiple gravó así toda la realidad humana, terminando con la institución monárquica, con las tradiciones locales y aun con la familia y el matrimonio, ámbito privilegiado de la unidad y principio de su consolidación civil. Es el horror que el caos suscita en la conciencia humana quien inspiró finalmente a los ideólogos la recurrencia a una unidad espuria a través del totalitarismo, producto típicamente moderno capaz de rendir acabada cuenta de este desdichado proceso de atomización y reintegración falaz de cuño voluntarista. De la desintegración extrema a la leviatanización: con tal fórmula podrían sintetizarse cinco siglos de historia moderna.

Unus Dominus, una fides, unum baptisma: en la Iglesia modernizada o modernista, de la precisa fórmula paulina vino, pues, a escamotearse el término del medio, a los fines de propiciar una nueva unidad fundada sobre otros principios, otras opiniones, heterodoxias. «Tenemos el mismo bautismo, tenemos que caminar juntos», es el requiebro susurrado en los oídos de los protestantes, con crasa omisión de que no tenemos la misma fe. La nueva unidad, prohijada por la «diversidad reconciliada», es un magma en el que las necesarias distinciones ontológicas se disuelven, donde la virtud y el vicio valen lo mismo, donde las nociones del bien y el mal son baladíes, donde la ortodoxia equivale a la herejía y donde -muy a diferencia de la parábola de las bodas reales (Mt 22, 1-14)- todos pueden ser admitidos a la cena sin vestir el traje correspondiente. Se proclama, en rigor, un nuevo y demencial evangelio.

Si por sus gustos se conoce al hombre, en el caso de Bergoglio conoceremos por los mismos también su programa. El locuaz profeta de la nueva misericordia supo clamorear su afición por la Crucifixión blanca de Chagall (cuadro en el que el propio autor señaló su intención de asociar el sacrificio de Cristo con el infecto mito de la «Shoah», subordinando incluso aquél a éste), del mismo modo que no le ha faltado ocasión de reivindicar a El almuerzo de Babette como su película favorita. Así lo expresa en su controvertida Amoris laetitia: 

Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo. Cabe recordar la feliz escena del film La fiesta de Babette, donde la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: «¡Cómo deleitarás a los ángeles!» Es dulce y consoladora la alegría que resulta de procurarle el bien a los otros, de verlos gozar (§129)
Carecíamos de referencias a la obra y, por lo tanto, no colegíamos en toda su plenitud lo que Bergoglio pretendía traficarnos con semejante alusión. Vino en nuestro auxilio un reciente artículo de Il blog di Baronio, donde se nos anoticia de la infausta fisonomía de la autora del libro en el que se inspira la película, Karen Blixen, una escritora danesa convencida de que el bien y el mal son intercambiables: «somos nosotros mismos quienes juzgamos bueno o malo algo que de por sí es ambivalente, y que deviene bueno o malo según nuestro juicio, según nuestro discernimiento personal. Caso por caso. Y recordaremos también que la Blixen -allí cuando descubrió haber contraído la sífilis a expensas de su primer marido, durante su estadía en África- cedió su propia alma al diablo, de modo que toda la experiencia vivida pudiese ser volcada en sus cuentos». El animismo y la brujería, según parece, fueron la oscura religión de esta desnortada nórdica cuyas fantasías pluguieron tantísimo a Bergoglio.

En rigor de verdad, lo que Francisco pondera es la película, que del libro original resulta una interpretación un tanto abusiva. En resumidísimas cuentas, la historia trata de una espléndida comida ofrecida por una cocinera francesa a un grupo de comensales noruegos pertenecientes a una comunidad luterana, doce en total, que honran con este agape la memoria del fundador. Lo que la película no recoge es que, en la historia original, la cocinera es una terrorista prófuga de su nación que, empleada en un villorrio noruego por las hijas de un pastor luterano local como ama de llaves, ofrece este banquete con el dinero obtenido al ganar la lotería para demostrar su gratitud a sus protectores y, al mismo tiempo, lucir su habilidad en las artes culinarias. Su condición de francesa podría sugerir su adscripción católica, si el libro no explicitara su pasado anarquista y criminal.

Arguye Baronio:
Babette, por tanto, no es un personaje positivo, no es el ángel que deja entrar un haz de luz católica en la oscuridad en la que se encuentran los miembros de la secta. Ella es más bien un personaje se diría casi infernal, que después de haberse beneficiado de la generosa hospitalidad de una pequeña comunidad y de haber merecido su confianza, seduce las mentes y los corazones persuadiéndolos de que las diferencias doctrinales e ideológicas -mantenidas siempre en silencio- pueden ser superadas en el encuentro en aquello que creemos compartir: la mesa [...]
La cena de Babette es el ámbito de la venganza hedonista por sobre los sacrificios dolorosos del pasado [...] que son reabsorbidos en un presente dionisíaco, ante la memoria ridiculizada del Decano, casi obligado a asistir a la traición de su comunidad. Tampoco hay que olvidar la reprobación de la severidad formalista del difunto, al que se atribuyen las renuncias de las hijas Martina y Philippa, frustradas en sus aspiraciones por una visión beata y esclerotizada de la fe. 
Aquello que quedaba de la unión con el sacrificio de Cristo en la empero distorsionada visión luterana, se disuelve toda vez que Cristo es desterrado del convivium. De esta manera la cena, que hasta entonces congregaba en torno a la pobre mesa a los fieles de la secta para conmemorar a su fundador, con Babette se convierte en una celebración de la comunidad devenida un fin en sí misma.
A tal punto resulta superflua la figura del sacerdote, que Babette puede permanecer en la cocina. Ella es el deus ex machina que prepara todo, así como Bergoglio prepara una nueva religión, dejando que los acontecimientos hablen en primera persona.

Así, a puro golpe de acontecimientos, con la inexorabilidad de los hechos consumados, se va acelerando aquello que la Escritura designa como la «abominación de la desolación» y la «supresión del sacrificio cotidiano», conforme a la estrategia revolucionaria de pegar primero y, si es posible, otra y otra vez antes de que se produzca la tardía reacción: tal es la confianza (audacia) que los malos tienen en la confianza (inercia) de los buenos. Primero la ruptura litúrgica, con su secuela imparable y creciente de abusos que al cabo de unas décadas vuelven irreconocible el mismo ritual romano reformado; luego, la dispensa para comulgar en pecado mortal según la teoría del discernimiento, otrora condenada como "moral de situación". Inmediatamente después, la apertura de sendas brechas por las que colar la discusión del diaconado femenino y el celibato sacerdotal, luego de una praxis ya holgadamente impuesta de "ministros extraordinarios" del culto. ¿Qué mucho que a las liturgias interreligiosas y a la cena anglicana en San Pedro les suceda una inminente modificación en la fórmula de la consagración, para evitar que la inoportuna Víctima sacrificial se haga presente siquiera entre los degradados paramentos del Novus Ordo?

Ubi corpus, ibi aquilae. Unas, las águilas congregadas para alimentarse, que «siguen al Cordero dondequiera éste vaya» (Ap 14, 4); otras, las que bajan a pique para proscribir a Dios de nuestros altares. El sacrosanto Cuerpo de Cristo está en el centro de la guerra esjatológica.

23 comentarios:

  1. Voy a poner lo mismo que puse en twitter: impresionante articulo maestro, lleno de profundidad, que acierta de lleno.

    Todo es de una clarividencia diáfana, pero detalle del Festín de Babette en AL y su significado ya colma todos los vasos.

    Una cosa buena de Francisco es que está forzando a muchos el estudiar doctrina y clarificar nuestra mente y otros están conociendo de primera mano a donde llevan sus voluntarismos. De aqui surgirá un mayor bien para la Iglesia sin duda.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ningún bien puede salir del error, miren la división brutal en los comentarios.
      Entrevista al padre José Antonio Fortea.
      https://youtu.be/UWblH401_cg

      Eliminar
    2. 0:58
      el cielo es el estrado de sus pies
      la tierra se la ha dado a los hombres
      dice un salmo, por lo que si los hombres no son obedientes a Dios, ÉL no tiene porqué sumergirse en las cloacas de caos que provoca el hombre para sacar perlas de ahí. Sólo los modernistas pretenden obligar a Dios a hacer semejante cosa.
      Nosotros ahora contracorriente debemos ser las piedras que gritan por culpa de los usurpadores de la autoridad Petrina en Roma. Lapides clamabvnt.

      Eliminar
    3. Como molesta el sedevacantismo. Si son unos "poquitos miles", unos loquitos, por que les molestan tanto?(me refiero a fortea) Ese acto jurídico que habla este Sr. Fortea puede ser invalido si el candidato es un hereje, o p. ej. si la elección estuvo viciada por haber estado confabulados previamente los cardenales. Y si la elección fuese valida, la herejía manifestada durante su pontificado lo expulsa de la Iglesia y por supuesto del papado, aunque le hayan besado el anillo, las alpargatas o lo que sea. Lo que es "ridiculo" es creer que un Papa verdadero puede querer destruir los sacramentos como estamos viendo desde hace muchos años, o cambiar la doctrina.

      Eliminar
  2. Hay que reconocer en Bergoglio, Francisco, una sagacidad inigualable.

    ResponderEliminar
  3. Espectacular artículo querido Flavio. Nos has deleitado con una verdadera lección magistral.

    ResponderEliminar
  4. Los templos profanados tienen puesto el cartel de "derribo" tarde o temprano, lo lamento pero parece que la basílica va a terminar como el II Templo en una perfecta simetría histórica.

    En cuanto a la película de Babette, sin haberla visto, una mujer haciendo comida para 12 noruegos protestantes, me suena a burla diabólica de Jesús en la última cena con sus 12 apóstoles.

    ResponderEliminar
  5. No es una cena anglicana lo que se hará en San Pedro, como ya dices en el artículo pero no en el título. Son Vísperas. Entonarán Salmos y poca cosa más, cosas que podría hacer también un laico; y en estas vísperas habrá anglicanos y también católicos (porque podemos rezar con vísperas anglicanas, así lo hacen quienes volvieron con la Anglicanorum Coetibus, o como podríamos rezar con vísperas bizantinas).
    Me parece algo exagerada la reacción.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así como los anglicanos no tienen sacrificio sino «cena», esto no es ni siquiera cena sino oración litúrgica, de acuerdo. Lo que no quita que, en la escalonada marcha hacia la supresión del sacrificio cotidiano, ceder nada menos que la Basílica de San Pedro para tales funciones constituye poco menos que un paso de gigante. Máxime cuando, entre los asistentes anglicanos, no faltarán quienes se arroguen el ministerio sacerdotal del que carecen, y esto ante la cátedra del Príncipe de los Apóstoles y ante el augusto Sagrario.

      Desconozco la permisión que -supongo que, en atención a la sensibilidad de los anglicanos conversos- concede la Anglicanorum Coetibus para rezar las vísperas de Albión, hecha incluso extensiva a los católicos. Me consta, en esta penosísima confusión en la que estamos, que incluso al Breviario católico le fueron cercenados versículos enteros de salmos, presumiblemente para adaptarlos a la mentalidad moderna (para no hablar de la gradación humanista del contenido de las preces, la abundancia de himnos de factura escolar, etc.). Lo que no recomienda medir un asunto tan relevante con la dudosa vara conciliar.

      Eliminar
  6. Adolfo Jesús Astinza11 de marzo de 2017, 11:04

    Usted dice: “Así, a puro golpe de acontecimientos, con la inexorabilidad de los hechos consumados, se va acelerando aquello que la Escritura designa como la «abominación de la desolación» y la «supresión del sacrificio cotidiano», conforme a la estrategia revolucionaria de pegar primero y, si es posible, otra y otra vez antes de que se produzca la tardía reacción: tal es Flavio Infante
    la confianza (audacia) que los malos tienen en la confianza (inercia) de los buenos”.
    Me pregunto: ¿con el nuevo rito de consagración episcopal, habrá sucesión apostólica?
    Si no la hubiera, no habría sacerdocio y si la hubiera, ¿la nueva ordenación sacerdotal, ordena sacerdotes?
    Por lo tanto en el sagrario, no estaría nuestro Señor en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
    La «abominación de la desolación», ya está establecida y la «supresión del sacrificio cotidiano», es un hecho que solo no se verifica en el pequeño grupo que está en el desierto, en la inhóspita trinchera. Y “la tardía reacción”, será extra histórica, producida por nuestro Señor Jesucristo en su Segunda Venida en Gloria y Majestad
    La Fraternidad Sacerdotal San Pio X, en otros tiempos, ordenaba públicamente sub-condición, a los que dudaban del nuevo rito de ordenación, después lo hizo en forma oculta, parece que ahora se niega a hacerlo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sus preguntas me exceden. Me las he hecho sin respuesta -y supongo que muchos, de ahí la ordenación sub conditione a la que alude al final (porque si es sub conditione, es obvio que esto es porque la cuestión esquiva una respuesta precisa.

      Todo esto sirve para que la desolación entre más hondo en nuestras almas, a manera de prueba, para mejor acompañar al Señor que antes de volver "tiene que sufrir mucho y ser repudiado por esta generación".

      Eliminar
    2. Adolfo Jesús Astinza11 de marzo de 2017, 13:12


      A mis dudas sobre la validez de las consagraciones episcopales y las ordenaciones sacerdotales con los nuevos ritos (con la consecuencia de que en el sagrario no estaría nuestro Señor en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad), usted responde que “la cuestión esquiva una respuesta precisa”.

      Sin embargo, a lo largo el artículo usted deja entrever lo contrario. Por lo menos en tres pasajes:


      “ (…) pero la concesión del altar mayor de la Iglesia, con la sagrada hostia oculta en el tabernáculo siendo ipso facto vilipendiada, ya comporta una profanación inequívoca”.


      “¿Qué mucho que a las liturgias interreligiosas y a la cena anglicana en San Pedro les suceda una inminente modificación en la fórmula de la consagración, para evitar que la inoportuna Víctima sacrificial se haga presente siquiera entre los degradados paramentos del Novus Ordo?”


      “Ubi corpus, ibi aquilae. Unas, las águilas congregadas para alimentarse, que «siguen al Cordero dondequiera éste vaya» (Ap 14, 4); otras, las que bajan a pique para proscribir a Dios de nuestros altares. El sacrosanto Cuerpo de Cristo está en el centro de la guerra esjatológica”.


      Lejos de esquivar una respuesta precisa, estos párrafos garantizan inequívocamente la presencia real, verdadera y substancial en la Sagrada Eucaristía de Nuestro Señor, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, con la consecuente validez del sacerdote que celebra y la del obispo que la habría ordenado.


      Si a las dudas sobre la validez de los nuevos ritos de consagración episcopal y de ordenación sacerdotal le sumamos las cuestiones sobre el cambio de forma, de intención de hacer lo que quiere la Iglesia de Cristo y del tono narrativo con que son celebradas las misas montinianas, lo preciso e inequívoco es sostener, como he escrito, que la «abominación de la desolación» ya está establecida, así como que la «supresión del sacrificio cotidiano» es un hecho, salvo en el pequeño grupo que está en el desierto, en la inhóspita trinchera.




      Eliminar
    3. Cuando digo que la cuestión esquiva una respuesta precisa, supongo, por eso mismo, al menos la posibilidad de validez del sacerdocio de las nuevas ordenaciones -con la consecuente presencia real de Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía. No se me escapa que es deplorable tener que contentarse con la "mera posibilidad" de esta validez, cuando tendríamos que tener una certeza inconmovible -cosa sólo posible en el caso de los sacerdotes ordenados según el viejo ritual por obispos consagrados antes de la ruptura.

      La duda que suscita su objeción estriba en el hecho de que Dios haya permitido que multitudes tomen a falsos sacerdotes por legítimos; que la Iglesia, por consiguiente, pierda su visibilidad, y que esto pueda perpetuarse lo menos (si fuera no más hasta la fecha) por un par de generaciones, casi cincuenta años ya, sin que quepa aplicar siquiera un módico Ecclesia supplet a los indudables desbarajustes suscitados por la pérfida marea modernista. Ni siquiera habría habido, en los días de este golpe de timón, un número apenas significativo de prelados que señalaran la impostura y se propusieran el arduo cometido de mantener la sucesión apostólica.

      Eliminar
    4. Adolfo Jesús Astinza11 de marzo de 2017, 17:32

      Sobre la cuestión de la visibilidad de la Iglesia, sin citar otras autoridades irritantes para muchos, me remito al gran Cardenal Pie, en su discurso para la recepción de las reliquias de San Emiliano, pronunciado el 8 de noviembre de 1859. Llegando al final, dice así:

      "A medida que el mundo se aproxima de su término, los malvados y los seductores tendrán cada vez más la ventaja: Mali autem y seductores proficient in pejus (II Timoteo, III, 13). No se encontrará casi ya la fe sobre la tierra (San Lucas, XVIII, 8), es decir, casi habrá desaparecido completamente de todas las instituciones terrestres. Los mismos creyentes apenas se atreverán a hacer una profesión pública y social de sus creencias.



      La escisión, la separación, el divorcio de las sociedades con Dios, dada por San Pablo como una señal precursora del final: nisi venerit discessio primum (II Tesalonicenses, I, 3), irán consumándose de día en día.



      La Iglesia, sociedad ciertamente siempre visible, será llevada cada vez más a proporciones simplemente individuales y domésticas.



      Ella, que decía en sus comienzos: “El lugar me es estrecho, hacedme lugar donde pueda vivir” Angustus est mihi locus, fac spatium mihi ut habitem (Isaías, LXXI, 20), se verá disputar el terreno paso a paso; será sitiada, estrechada por todas partes; así como los siglos la hicieron grande, del mismo modo se aplicarán a restringirla.



      Finalmente, habrá para la Iglesia de la tierra como una verdadera derrota: “se dará a la Bestia el poder de hacer la guerra a los santos y vencerlos” (Apocalipsis, XIII, 7). La insolencia del mal llegará a su cima".



      Eliminar
    5. Es justa, acertada y prudente (en el verdadero sentido de la palabra), la posición y la suposición de Flavio. Donde hay duda, y esta es una de las más grandes pruebas que nos toca sortear, no hay que fabricar una certeza desde nuestras mentes.

      Eliminar
    6. uy se escapó un kroko del foso jaja

      Eliminar
  7. ¿bergoglio prepara una nueva religión ???
    jajaja

    ResponderEliminar
  8. realmente no se de qué se asustan.....


    +++++

    Enumeración de los hechos que, tomados separadamente, pueden parecer insignificantes, pero que, vistos a la luz del nuevo humanismo, toman una significación que causa estupefacción:

    —Visita a la ONU y apoyo aportado a esta organización masónica, enemiga de todo lo que es católico.

    —Visita a la sala de cultos de la ONU, verdadero templo masónico.

    —Abandono de la tiara, signo del poder del pontificado.

    —Negativa a condenar el comunismo en el Concilio.

    —Presencia molesta de observadores de todas las religiones en las sesiones del Concilio.

    —Nombramiento de los cuatro moderadores.

    —Intervención de una mujer en el Concilio.

    —Viaje a Israel. Contacto con el Gran Rabino.

    —Abrazos a Atenágoras con levantamiento de la excomunión. Atenágoras tuvo un entierro masónico.

    —Intervención contra el "Coetus internationalis Patrum" pero apoyo a los cardenales liberales.

    —Entrega del anillo papal a Ramsay, en San Pablo extramuros. Ramsay, laico, masón y hereje. Bendición dada con el Papa a toda la Iglesia presente: cardenales, obispos, cle­ro, etcétera.

    —Visita a Bogotá para sostener las reivindicaciones de los "campesinos" e indirecta­mente de los "guerrilleros".

    —Visita a Filipinas para llegar a Hong-Kong, donde debía pronunciarse un discurso pro-comunista, pero fue prohibido por el gobernador de Hong-Kong.

    —Decreto para los matrimonios mixtos, sin exigir el bautismo católico de los hijos.

    —Nombramiento de una comisión para la píldora, ¡con espera de dos años para decidir!

    —Decreto sobre la hospitalidad eucarística, que permite a los protestantes recibir la Eucaristía.

    —Secretariado para la unidad con declaraciones filo-luteranas.

    —Secretariado para los no-cristianos.

    ---Supresión de las fiestas de precepto.

    —Supresión del ayuno eucarístico.

    —Supresión de la abstinencia.

    —Autorización de las Misas del sábado para el domingo.

    —Autorización para la incineración.

    —Concelebración de pastores anglicanos en el Vaticano.

    —Bendición a los pentecostalistas danzando y aullando en San Pedro.

    —Besos de pies a la ortodoxia.

    —Entrega a los musulmanes de la bandera de Lepanto.

    —Entrega de la cabeza de Santiago Apóstol a los ortodoxos.

    Y todas las grandes reformas:

    —Reforma litúrgica.

    —Reforma de los seminarios.

    —Democratización de las instituciones: sínodo de obispos en Roma; conferencias episcopales sin delimitación precisa de poderes; consejos presbiterales diocesanos.

    —Reforma de la Curia Romana y especialmente del Santo Oficio. Centralización.

    —Reforma del nombramiento de los obispos
    .
    —Revisión y modernización de todas las Constituciones de las sociedades religiosas.

    —Dimisión obligatoria de los obispos a los 75 años.

    —Evicción para el Cónclave de los cardenales de 80 años.
    http://nonpossumus-vcr.blogspot.com.ar/p/el-golpe-maestro-de-satanas-el-texto-ha.html

    ResponderEliminar
  9. por favor, lo de bergog nazing niu..jaja


    —Concelebración de pastores anglicanos en el Vaticano.
    http://nonpossumus-vcr.blogspot.com.ar/p/el-golpe-maestro-de-satanas-el-texto-ha.html

    ResponderEliminar
  10. https://youtu.be/cOHtlTKSd38
    Blas Piñar - La Realeza de Cristo, presentado por Rafael Gambra
    perlita
    presten atención a lo que denuncia del vaticano dos.

    ResponderEliminar
  11. La confirmación

    La confirmación de la traición y de la larga desobediencia al Magisterio viene hoy, a años de distancia, en la euforia del efímero triunfo, de los mismos exponentes de la «nueva teología». Así, en la revista Communio (patrocinada por el card. Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe) nov.-dic. De 1990, en el artículo La maduración del Concilio – Experiencias de teología en el preconcilio, el jesuita Peter Henrici, que nació en 1928 y estudió en Suiza, Alemania, Francia y Bélgica, nos hace saber que:

    1) en los escolasticados de los Jesuitas de dichos Países (el «Rin», que, con el Vaticano II, desembocará en el «Tíber» contaminándolo: véase R. M. Wiltgen, Le Rhin se jette dans le Tibre), con claro desprecio de las directivas y de la obligación impuesta por todos los Romanos Pontífices de «seguir religiosamente la doctrina, el método y los principios de Santo Tomás» (véase can. 1366 n. 2 del Código de Derecho Canónico entonces en vigor y la Carta al card. Bisleti de Pío XI en mayo de 1923; Humani Generis de Pío XII), los estudios escolásticos oficiales eran solo una fachada: «el manual del antiguo estilo (escolástico) – escribe el jesuita Henrici – […] como mucho era solamente hojeado» (y así la teología católica fue despreciada y combatida por los «innovadores» sin ser ni siquiera conocida: «Nosotros – escribía en 1946 el padre Garrigou-Lagrange – no pensamos que los escritores de quienes hemos hablado [de Lubac, Bouillard, etc.] abandonan la doctrina de Santo Tomás; ellos no la siguieron jamás porque nunca la comprendieron bien. Y esto es doloroso e inquietante»: La nouvelle théologie: où va-t-elle?);

    2) tras la fachada de los estudios oficiales, se difundía clandestinamente entre los mejores alumnos el modernismo, cuyas instancias iban emergiendo de nuevo en la «nouvelle théologie» (véase P. Parente, La teologia, ed. Studium, Roma, 1952, p. 62): «A quienes tenían intereses especialmente sobresalientes – escribe Henrici – el prefecto de estudios les aconsejaba como primera lectura los dos primeros capítulos del Surnaturel de Henri de Lubac – ¡el más prohibido de los “libros prohibidos”! – y después su Corpus Mysticum y esto con el fin de llegar a adquirir una sensibilidad para el hecho de que enunciados teológicos iguales en tiempos diferentes pueden tener un significado diferente» (y así, ¡adiós inmutable Tradición divino-apostólica! ¡adiós desarrollo homogéneo del dogma! ¡adiós verdad inmutable! Con toda razón los teólogos romanos y en particular el padre Garrigou-Lagrange, acusaron a la «nueva teología» de amenazar a la Iglesia con su relativismo dogmático, «privándola de su sana Tradición»: véase sì sì no no del 15 de abril de 1992, p. 5);


    http://panoramacatolico.info/articulo/los-que-piensan-que-han-vencido

    ResponderEliminar
  12. El misterio de iniquidad consiste precisamente en que el “Aparato publicitado de la Iglesia” que debía servir para llevar las almas a Jesucristo, sirva en cambio para perderlas y esclavizarlas al demonio. Aquí está el “misterio de perversidad”: Que la sal se corrompa y deje de salar (Mt. 5, 13). Fíjese bien el lector que no decimos que la Iglesia deje de llevar las almas a Jesucristo. La Iglesia es indefectible y durará como tal hasta el fin. Pero la Iglesia de Jesucristo puede no identificarse con el “Aparato publicitado de la Iglesia”. La Iglesia de Jesucristo puede mantenerse en las almas fieles a la doctrina que se conservaría en algunos sacerdotes y obispos adheridos a la Cátedra del Pontífice de Roma, mientras que el Aparato mismo de lo que el mundo conoce como Iglesia puede seguir otra doctrina y otra pastoral elaborada por la soberbia de los grandes y publicitados teólogos de la nueva teología.

    http://sanmiguelarcangel-cor-ar.blogspot.com.ar/2017/03/la-masoneria-dentro-de-la-iglesia.html

    ResponderEliminar